Depre

Llego al hotel y enciendo corriendo la tele, ansioso por confirmar que no puede ser cierto lo que escuchaba en la radio del taxi. Todos los taxistas del mundo sintonizan sistemáticamente la Cope, por lo menos en Madrid y en Valencia. Sin embargo es cierto lo que escucho, lo que veo, lo que leo, ni siquiera poniendo la TV3 las cosas cambian, la realidad es tan tozuda que tengo que frotarme los ojos porque no doy crédito a semejante debacle histórica. Hace ya 12 años que voto y 12 años que pierdo con la sola excepción del 14M. Me queda el consuelo de ver que en Rivas todavía se mantiene la esperanza, la esperanza de la buena... y no me queda ningún otro consuelo, por mucho que quieran hacer sesudos análisis y poner paños calientes yo vivo donde vivo y no en Canarias ni en Aragón ni en Baleares, vivo en Madrid y en Madrid el PP ha barrido, ha borrado del mapa a la izquierda, la ha aplastado como un buque inabordable. Así que nuevamente me siento invisible, me siento pequeño, miro alrededor preguntándome si soy tan raro, si de verdad no estaré equivocado y habré votado sin darme cuenta a ETA, si seré culpable de la segura desmembración de España, si odiaré a mi país... quizás mis conciudadanos sean más sabios y más entendidos y hayan mostrado su profunda convicción democrática, su indiscutida tolerancia, su secular sentido de la moderación a la hora de elegir a sus líderes. Así que durante cuatro años más tendremos lo que hemos elegido en Telemadrid, veremos esos reportajes objetivos sobre el 11M o sobre la cuestión vasca... tendremos túneles y olimpiadas, perderemos definitivamente la vida nocturna, cerrarán malasaña a cal y canto y nos refugiaremos en nuestros pisos, como los nuevos burgueses en los que nos estamos convirtiendo para recordar los tiempos en los que salíamos a la plaza del Dosde simplemente a estar en la plaza, diez años atrás.

Felicidades a los que desean ese Madrid. No es el Madrid que yo quiero, pero tendré que seguir llevándolo con resignación.

Con el ánimo especialmente sensible con el que me encontraba hoy he sido abordado por la sonrisa más angelical de Valencia, con chaleco de Unicef incluído, y he sido abducido por la profundidad de sus ojos verdes. Narcotizado por su mirada y embriagado por su sonrisa he firmado mi afiliación como voluntario a Unicef, cuota mensual mediante. No ha necesitado explicarme las ventajas fiscales de dicha filiación, pues como le he explicado convenientemente, hace ya tres años la sonrisa más angelical y la mirada más cautivadora de la calle Preciados me enrolaron en el navío de Oxfam, cuota mensual mediante, y desde entonces conozco el apartado de desgravación por donativos. Espero que la próxima sonrisa que me cruce no hurgue en mis sentimientos de culpa, porque puedo regalarle mi casa e incluso mi ciudad entera, con habitantes incluídos.

Ahora me voy a ver el mar, porque la ventaja de estar aquí es que se puede ver el mar.