Paseando
No intento salvarme, tan solo seguir caminando sin rumbo por el centro de Madrid. Es martes, un martes de noviembre puede ser un día triste, o un día frío, o un día gris, o un día sin alma. Noviembre tiene la capacidad de hacerme sentir bien y mal al mismo tiempo. No tiene un ritmo definido ni una forma de expresión concreta. Es un mes que simplemente pasa de largo en silencio. Apenas escucho el susurro de noviembre al deslizarse entre los días del calendario y sin embargo cuando me quiero dar cuenta se me ha escapado de las manos una vez más. Sin rencor y sin melancolía. Simplemente se fue. Un año más casi se me ha escapado noviembre de las manos y creo que no ha estado mal, pero de eso no puedo estar seguro de ninguna manera… Vi a una china vendiendo rosas y a otra vender películas de esas en las que se escucha a la gente reírse o se ve la sombra de una cabeza atravesar la pantalla. Ya nadie respeta el trabajo de los grabadores clandestinos. Otra china me vendía cerveza que sacaba de un carrito de la compra, pero estaba casi congelada así que no me la pude beber. La rosa era roja, de esas que no pinchan y me hizo sospechar. Las de mi casa pinchan y resulta complicadísimo recogerlas, así que cuando se cortan hay que elegir muy bien a quien se le regalan. Las rosas como las cervezas primero te embriagan y luego se olvidan. Todo se marchita en realidad. Como noviembre… si es que no se puede saber si el olor a castañas deprime o alegra. A veces la niebla y la leña quemada nos reconfortan y nos sentimos a gusto con nosotros mismos, otras veces nos dan miedo, o nos hacen sentirnos solitarios en busca de un lugar mejor donde descansar. Caminando sin rumbo se piensan muchas cosas, lástima que mientras se camina no se tiene a mano la libreta para anotar los pensamientos que nos invaden, o simplemente para transcribir la conversación de un conductor de autobús con un jubilado. Las libretas ya no se llevan por otra parte, cuando las sacas para escribir en el metro la gente te mira raro. En realidad nadie mira a nadie en el metro, todas las miradas están vacías. Sólo los niños y los perros de los ciegos tienen una mirada sincera dentro del metro, en ella se puede ver la vida y la verdad de las cosas. Cuando un acordeón entra en el metro el niño lo señala, el perro se anima y el resto del vagón mira al suelo como un acto reflejo. Así que puedo seguir con la libreta sin problemas, tan solo un niño me está mirando. Aunque yo, mientras escribo, estoy mirando una falda que tengo justo enfrente, una falda que me imagino cubre unas piernas preciosas, pero eso sólo me lo imagino. Ni el niño ni el perro se fijan en la falda así que deduzco que no se trata de una cosa importante. Cuando salgo del metro hace más frío que al entrar y ya se respira la tristeza de la navidad enlatada en bombillas que brillan como alfombras luminosas sobre las calles. La felicidad la venden en la Fnac más barato que en ningún otro sitio, pero también en la Camper de enfrente porque la gente sale muy contenta, pero es más cara. La gente exhala vaho, con hache intercalada. Mejor no pararme aquí porque si no puedo acabar siendo socio de ACNUR, Médicos del mundo, UNICEF, ANESVAD o Cruz Roja y encima si no lo hago puedo acabar con la conciencia por los suelos, pensando que yo en primera persona soy responsable de las guerras africanas, del hambre en Níger, de la lepra en India, y del calentamiento global. ¿No hay nadie de Oxfam? Así puedo decir orgulloso que ya soy socio y no sentirme tan mal. Así que bajo Preciados pensando en el capitalismo global, en los docemilmillones de euros de beneficios de la banca en España. Son casi trescientos euros por español… La bolsa ha caído esta mañana, el dólar se desplomó ayer, eso es bueno para las importaciones y malo para los exportadores, ¿y para mí? El tipo de interés de la zona euro está descontado que subirá en enero… muy bien, más cara mi hipoteca. Menos consumo. Pero parece que soy el único hipotecado de este país porque esta calle está abarrotada de gente con bolsas llenas de consumo financiado a plazos, en cómodas cuotas de felicidad servida por la gente de los docemilmillones. Compra, compra, que serás más feliz, harás más felices a los tuyos, alimentarás esta rueda que cada vez gira más deprisa. Corre como el hamster. Y lo peor no es correr, sino no hacerlo… luego viene la crisis, cuando la economía se enfría el obrero se pilla una pulmonía. No es demagogia barata. Demagogia es decir no a las multinacionales y luego comprar en Carrefour porque es más barato. Es lo que tienen las multinacionales, que ofrecen esa ventaja a sus clientes. Pero bueno, con la tontería he llegado casi a Tirso de Molina sorteando vallas y zanjas. ¡Qué gran alcalde tenemos! Yo voy a votar a Miguel Sebastián sólo porque era profesor de Microeconomía en mi facultad, a mí la micro me costó horrores aprobarla, y soy un chico reconnaissante. Así que a navegar entre contradicciones, consumidor, nulo ahorrador, hipotecado, empleado de banca, amante furtivo y escaso, siempre con la cuenta en números rojos, crápula, cínico, melancólico y lo peor de todo madridista… así que me meto en la línea cinco para irme a Vistalegre que hoy hay copa ULEB… y yo me considero parte del pueblo, así que me entrego al moderno opio como un acto de fe, la religión que decía Marx ya no es lo que era, pero siempre tendremos un ídolo al que entregarnos.
Etiquetas: Vivencias
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