L'été nous portera
Tentado, incluso muy tentado por hacer algún plan este fin de semana y escaparme por última vez estas vacaciones de Madrid he decidido quedarme. Lo acabo de decidir hace escasos treinta segundos mientras escuchaba una polka de Susana Seivane. Había pensado en ir a Málaga, luego a Vigo, luego volver a Barcelona… al final me quedo en Madrid. Así podré salir por Malasaña que es lo que realmente me gusta y tomarme el domingo cañas por el Rastro y por la Latina sin estar pendiente de ningún avión o tren. A partir del lunes ya sí… tren a Zaragoza y vuelta a la rutina. A la vida de hotel, al nomadismo, a comer y cenar en restaurantes, a escribir como remedio contra la locura.
Pero hoy no, hoy es jueves, un jueves de agosto con toda la paga recién cobrada, con tanta gente a la que saludar, con tantos bares que vaciar de bebida y que llenar de conversación. Hoy me quedo por la gente a la que nunca veo porque estoy muy ocupado, porque estoy fuera, porque no tengo tiempo, porque cualquier pretexto es bueno para no ver a demasiada gente… con el tiempo se conoce a más gente de la que se puede, humanamente, gestionar. El cole, el instituto, la facultad, el master, el erasmus, los erasmus extranjeros conocidos en Madrid, el primer curro, el segundo curro, el tercer curro, el año en París, los amigos de los amigos con los que trabas buena amistad, la gente de aquel Chat de hace diez años, las amigas de la ex-novia de tu amigo a quienes te uniste demasiado… demasiados nudos para una red gestionable. Y el caso es que me acuerdo de todos y cada uno alguna vez.

Y luego estás tú de quien me acuerdo cada día, a cada rato, y a cada recuerdo le sucede un suspiro, imperceptible, diminuto, apagado.