05 abril 2007

Carente de imaginación me limito a colgar un mail escrito el mismo día que la carta que puse ayer...
"La vida como si viajáramos en un taxi sobre un territorio desconocido y mágico. Por todos lados llegan los ruidos y las músicas, pero no nos detenemos, seguimos caminando sorprendidos, con los ojos grandes como platos y con la sensibilidad a flor de piel. ¿No escuchas el rumor? Todo brilla, el cielo está azul y el sol resplandece en lo alto, cruzamos un sendero que atraviesa como una brecha la avenida principal. Llegamos a nuestro destino. Ya no hay ruido, ni música. Ya no hay nada.

Como si de repente todo alrededor se volviera luminoso y resplandeciente así me siento yo hoy. Suelto amarras y levo anclas y de repente me estoy meciendo a merced de los sonidos y tan solo debo dejar que los dedos acaricien suavemente la superficie de este teclado para comprender que la música se basta sola para desencadenar la reacción de mi cerebro. Tan solo sentir el latido de los bongos y dejar que la mente perciba el ritmo y el resto sale solo. Así podemos viajar o soñar, con la imaginación atravesando paisajes maravillosos, conociendo personajes de fábula, tipos enormes y mujeres bellísimas, los gatos mirando la luna en lo alto de un tejado. Parece cierto barrio de Madrid. A lo lejos siguen sonando unos bongos, no puedo detenerme, camino hacia ellos aunque no aparezcan por ningún lado, lo importante es ir recorriendo la distancia que nos separa.

Un pantalón amarillo con dibujos en verde y en rojo, una camiseta verde y negra. Un universo maravilloso que nos rodea y que nos ilumina, el sol en la cara, deslumbrante. Tres niños jugando al fútbol en una plaza, dos viejos mirando el atardecer de su existencia desde un banco de madera, un perro husmeando un árbol lleno de hormigas que buscan un trigal imposible en medio de este barrio. Bong, bong, bong, cada vez suenan más cerca, como si fuera posible alcanzar la dimensión espiritual en la que convergemos con la música y convertidos ya en espíritu nos introducimos en el interior de las personas. A cada uno les hacemos sentir de una manera, en cada uno provocamos una reacción diferente, pero nunca dejamos a nadie indiferente, todos nos sienten en su interior.

Un autobús, cargado de sueños hacia ninguna parte. Cargado de esperanzas hacia ninguna parte. Transita cansado por el peso de la responsabilidad que arrastra. Por fuera amenaza a los malos espíritus con sus colores vivos y chillones, rojos, amarillos, verdes, y la silueta de un enorme quetzal dibujado al frente rompiendo el viento con su plumaje alegre y colorido. El viaje nadie sabe cuánto dura, a cada uno le dura lo que tarda en bajarse del autobús, de repente descubre un paisaje y sabe que ha llegado el momento de bajar, su viaje ya ha terminado. Quizás para su compañero de asiento el viaje no termine nunca. Sólo el corazón de cada uno descubre su lugar al estremecerse. Un lago entre dos volcanes podría ser ese paraíso.

Vuelvo al barrio, cinco adolescentes acaban de rodear una mesa metálica y han posado sobre ella dos botellas de coca cola de dos litros posiblemente ya mezcladas con vino, llevan los pantalones por debajo de las caderas y se ríen ajenas a mis miradas. A dos millones de años luz de mí, y de este lugar existe un destino, un lugar donde tener la certeza de haber llegado a casa."
Audio:: Amadou et Mariam - Djanfa

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