Desengaño
Tengo la cara demacrada. Demasiadas ojeras. He buscado un remedio pero no me ha gustado lo que he oído. Es domingo, tal vez lunes. Tengo los labios secos, los ojos hinchados, la mirada perdida. Tengo 36 años, pasé el invierno en este cuartucho echando de menos y bebiendo vino, coñac, absenta, cerveza, whisky y ginebra, sobre todo ginebra. A tragos.
A veces bajaba a comprar más y de paso a follarme a Britney a primeros de mes, cuando aún cobraba el paro. A veces leo a Baudelaire y a Flaubert, son los dos únicos libros que aún no he vendido. Los vendí todos, de cinco en cinco, en muchos sitios. Vendí primero la cubertería de mi vieja, luego la porcelana, los platos y el jarrón, los marcos, los cuadros, las joyas… los libros. Alquilé la casa de mis viejos y me vine a esta pocilga de la calle Desengaño infestada de ratas y de pulgas. Un cuarto interior con vistas al infierno. Estoy bebiendo ginebra con agua, son las dos de la mañana y un piso más abajo Britney se folla a un rubio veinteañero, en la ventana de enfrente, bien abierta para que la vea fingir con el turista pecoso de los cojones. Otro trago. También vendí una Olivetti que usaba mi abuelo para escribir, era periodista. Yo estudié periodismo y quise ser como él, pero me quedé como la Olivetti, mellado y sin futuro. Britney se ha despachado al niñato, aplaudo, es una profesional cojonuda aunque la chupa mal, es de Ghana o eso dice. Sin la Olivetti escribo en papelajos sueltos que cojo de aquí y de allá al buen tuntún, luego cuando despierto no entiendo mi letra y mi genio naufraga por el retrete o se quema en el cenicero. A veces le leo poemas a Brigitte en la escalera, ella es de Mali como su chulo Konaté, él me deja hacer pero nunca se invita el muy cabrón.
Me gusta salir de casa los viernes a las cuatro de la mañana, borracho y sin rumbo, cruzar la Gran Vía y bajar por Montera, las tías están todas buenas, las de los bares en los que nunca me dejan entrar y las de la calle que nunca se quieren subir. Periodista, fotógrafo, ilustrador… mandé a mi jefe a tomar por culo el mismo día y con las mismas palabras con las que Julia me mando a mí. Hoy se cumplen cuatro años, estreno botella de Bombay Sapphire para la ocasión. Le dedico el primer trago a Julia, el segundo al jefe del periódico, el tercero a Britney, el cuarto a mis viejos y su puto coche nuevo, el quinto a mi abuelo y la Olivetti mellada.
El patio gime desde la ventana abierta, tres o cuatro habitaciones a la vez, definitivamente las estrellas se olvidan de salir.
Tengo la cara demacrada. Demasiadas ojeras. He buscado un remedio pero no me ha gustado lo que he oído. Es domingo, tal vez lunes. Tengo los labios secos, los ojos hinchados, la mirada perdida. Tengo 36 años, pasé el invierno en este cuartucho echando de menos y bebiendo vino, coñac, absenta, cerveza, whisky y ginebra, sobre todo ginebra. A tragos.
A veces bajaba a comprar más y de paso a follarme a Britney a primeros de mes, cuando aún cobraba el paro. A veces leo a Baudelaire y a Flaubert, son los dos únicos libros que aún no he vendido. Los vendí todos, de cinco en cinco, en muchos sitios. Vendí primero la cubertería de mi vieja, luego la porcelana, los platos y el jarrón, los marcos, los cuadros, las joyas… los libros. Alquilé la casa de mis viejos y me vine a esta pocilga de la calle Desengaño infestada de ratas y de pulgas. Un cuarto interior con vistas al infierno. Estoy bebiendo ginebra con agua, son las dos de la mañana y un piso más abajo Britney se folla a un rubio veinteañero, en la ventana de enfrente, bien abierta para que la vea fingir con el turista pecoso de los cojones. Otro trago. También vendí una Olivetti que usaba mi abuelo para escribir, era periodista. Yo estudié periodismo y quise ser como él, pero me quedé como la Olivetti, mellado y sin futuro. Britney se ha despachado al niñato, aplaudo, es una profesional cojonuda aunque la chupa mal, es de Ghana o eso dice. Sin la Olivetti escribo en papelajos sueltos que cojo de aquí y de allá al buen tuntún, luego cuando despierto no entiendo mi letra y mi genio naufraga por el retrete o se quema en el cenicero. A veces le leo poemas a Brigitte en la escalera, ella es de Mali como su chulo Konaté, él me deja hacer pero nunca se invita el muy cabrón.
Me gusta salir de casa los viernes a las cuatro de la mañana, borracho y sin rumbo, cruzar la Gran Vía y bajar por Montera, las tías están todas buenas, las de los bares en los que nunca me dejan entrar y las de la calle que nunca se quieren subir. Periodista, fotógrafo, ilustrador… mandé a mi jefe a tomar por culo el mismo día y con las mismas palabras con las que Julia me mando a mí. Hoy se cumplen cuatro años, estreno botella de Bombay Sapphire para la ocasión. Le dedico el primer trago a Julia, el segundo al jefe del periódico, el tercero a Britney, el cuarto a mis viejos y su puto coche nuevo, el quinto a mi abuelo y la Olivetti mellada.
El patio gime desde la ventana abierta, tres o cuatro habitaciones a la vez, definitivamente las estrellas se olvidan de salir.
Etiquetas: Cuentos
2 Comments:
Si las estrellas se olvidan de salir habrá que ir a por ellas no?...Con uno, dos, tres o incluso cuatro tragos de esa estrenada botella...pero recuerda que esa botella te hará perder el rumbo y seguro que será más difícil encontrarlas ;).
Vuelvo a estos mundos que hasta hace un tiempo tenía tan olvidados...Aquí te dejo mi huella.
A irmandade das estrelas
Ari
La fotografía creada es perfecta.
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