16 octubre 2010

¿Mi lado femenino?

Morderte en las mañanas de octubre. Es sólo un recuerdo… abrazos que se cierran como tenazas sobre la memoria. Y no es ya tan recurrente, sólo algo vago y brumoso. Muy otoñal por otra parte. A veces viene con fuerza, pero esa fuerza que sabes que no tiene de verdad mucho aguante, algo que al poco se queda en nada, en una simple anécdota. Y sin embargo durante el cada vez más escaso tiempo que se hace presente te envuelve con la capacidad embriagadora del licor, te llena de deseo, de recuerdos, de esperanzas rotas y de vacío y soledad. Un momento ya digo, luego nada. No hay como una vida que te gusta para que todas estas cosas sean menos graves que otras veces… casi un pretexto para poder sentir.
El deseo es peregrino, muy caprichoso, y sobre todo inmensamente libre. Nada lo controla. Lo puedes enterrar bajo cientos de espesas capas de racionalidad, pero él está ahí, controlando su parcela, y obligándote a consumir mucha energía si no quieres dejarte llevar a su terreno. A veces no queda más remedio. Es deseable, de hecho, hacerle caso más de lo que nos pensamos. El deseo es puro, al fin y al cabo.
Y me acuerdo mucho de David Alan Harvey.

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1 Comments:

At 21 de octubre de 2010, 18:54, Blogger Veronique said...

Océano (a)mar. Son tres palabras tan bellas.

Me he parado aquí porque me encanta el libro desde hace tiempo. Y lo cierto es que me he llevado una grata sorpresa. Terciopelo.

Me gusta.

 

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