06 julio 2007

Hasta hace poco más de dos meses vivía completamente ajeno a lo que se conoce como “realismo sucio”… es decir, no es que no lo conociera, pero simplemente no había leído a ninguno de sus principales autores. Conocí su versión española a finales del año pasado gracias a Manuel que me dijo “este libro ya verás cómo te gusta, que lo veo muy de tu estilo”, el libro era Tokio ya no nos quiere de Ray Loriga. Efectivamente me encantó, aunque luego discutiéramos sobre la trama, el modo en el que estaba construido me resultó tan sencillo como eficaz y el estilo me entusiasmó… así que una cosa llevó a la otra, si te gusta la versión ya verás el original, ¿no?

Mientras yo seguía leyendo blogs de gente un poco dispersa y que nada tienen en común salvo mi voyeurismo, y otros de gente que a través de sus links o sus comentarios me llevan a terceras personas, en una rueda infinita en la que uno se termina extraviando en medio de un mar de palabras escritas por ciudadanos anónimos con vocaciones perdidas o simplemente con ganas de gritarle al mundo. Así, sin querer conocí a Charles Bukowski, quien me llevó a John Fante y así sucesivamente, autores que llevan a autores que llevan a autores, casi con la misma facilidad con la que pinchas un link en un blog y apareces en otro que te gusta aún más que el anterior. Así que ahora nado entre dos aguas, navego entre las corrientes ásperas y tormentosas del realismo sucio y me dejo mecer por las suaves olas de la prosa poética. A fin de cuentas todo se funde en mi cerebro dando lugar al ser tan extraño que soy, un yo inacabado y contradictorio, confuso y algo perdido en medio de la realidad incompresible (creo que para nadie) que es este mundo.

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