30 julio 2008


CONTEMPOPRANEA 2008

El viernes aterricé en Madrid a las 14.30 y antes de salir de Barajas ya había empezado el festival. En las cintas de recogida de equipajes, a escasas cuatro filas de la mía, esperaban a recoger sus instrumentos los componentes de “Camera Obscura”. Para quien me lea desde hace tiempo sabe que es uno de mis grupos preferidos y el más escuchado en absoluto en los últimos tres años. Me quedé de piedra sin saber qué decir, haciendo gala de mi ya mítica torpeza ante los primeros encuentros. Con mi traje gris y mi corbata perfectamente anudada pasé frente a ellos y saludando lancé un “see you tomorrow”. De las mil formas de acercarme elegí esa, con la cámara de fotos guardada y la aprensión en los ojos me contestaron con un lacónico “see you” y un instante después era demasiado tarde para reaccionar y ya estaba al otro lado de la puerta. Ni una sola foto, ni una sonrisa. Podía por lo menos haber dicho que sus canciones han acompañado e inspirado los momentos más importantes de mi vida de los últimos tres años. Decidí que vería su concierto en primera fila y así lo hice, el día siguiente casi a medianoche desde la primera fila grité para que tocaran “your sound” su primer single. Tracyanne gritó “no way, we never play that song” a lo que repuse “I know that’s why I’m asking” luego dijo algo así como que esa canción era tan vieja como el castillo de Alburquerque y que no la tocarían. Al menos tuve mi momento.Antes y después de eso pasaron muchas cosas. Hacía diez años que yo no acampaba en un festival y pasé de la sensación de ser un niñato del 98 a la de ser un abuelo del 2008, pero no me importó, lo pasé en grande, encontré gente estupenda e incluso me encontré con mi antiguo jefe en Banco Popular… momentazo mítico el del encuentro saldado con pico incluido, que el alcohol enfatiza la amistad; con mi compañero iba otro director de sucursal del banco que me obligó a comprar su nuevo disco, el grupo se llama Nagasaqui y me ha molado mucho. Los empleados de banca no siempre respondemos al tópico.También me dio tiempo, como no, a enamorarme varias veces, en particular de una murciana que responde al nombre de Belén y junto a la cual pasé el sábado en la piscina, por supuesto no hablé con ella. Que sigo siendo yo. También dediqué ratos enteros a mirar hacia /miremiau y preguntarme si sería ella o no, y qué perdería en preguntarlo y salir de dudas… pero seguía siendo yo, un yo sobrio que no se atreve a preguntar una calle y prefiere dar mil vueltas… ese soy. Lo musical se lo dejo a los profesionales, yo me lo pasé muy bien con muchos grupos, disfruté también diez años después de Teenage fanclub (Festimad 98), lo di todo con Camera Obscura, me encantó Deluxe y Facto Delafé. Lori Meyers estuvieron geniales aunque “luces de neón” me sigue pareciendo un calco de “le pastie de la bourgeoisie” de Belle & Sebastian. Y me ENTREGUÉ en cuerpo y alma con las tres canciones de Maga. Después de algo tan intenso el domingo no quería parar, así que al llegar a Madrid con María nos dimos un agua cada uno en su casa y nos fuimos al dos de mayo a seguir cañeando y viviendo intensamente.Ahora escribo esto desde el hotel de Granada, con una sensación de irrealidad circundante, como si hubiera sido todo un sueño, como si hubieran pasado siglos de aquello… con la realidad del banco y las propuestas pendientes encima de la mesa.

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03 julio 2008

Desengaño
Tengo la cara demacrada. Demasiadas ojeras. He buscado un remedio pero no me ha gustado lo que he oído. Es domingo, tal vez lunes. Tengo los labios secos, los ojos hinchados, la mirada perdida. Tengo 36 años, pasé el invierno en este cuartucho echando de menos y bebiendo vino, coñac, absenta, cerveza, whisky y ginebra, sobre todo ginebra. A tragos.
A veces bajaba a comprar más y de paso a follarme a Britney a primeros de mes, cuando aún cobraba el paro. A veces leo a Baudelaire y a Flaubert, son los dos únicos libros que aún no he vendido. Los vendí todos, de cinco en cinco, en muchos sitios. Vendí primero la cubertería de mi vieja, luego la porcelana, los platos y el jarrón, los marcos, los cuadros, las joyas… los libros. Alquilé la casa de mis viejos y me vine a esta pocilga de la calle Desengaño infestada de ratas y de pulgas. Un cuarto interior con vistas al infierno. Estoy bebiendo ginebra con agua, son las dos de la mañana y un piso más abajo Britney se folla a un rubio veinteañero, en la ventana de enfrente, bien abierta para que la vea fingir con el turista pecoso de los cojones. Otro trago. También vendí una Olivetti que usaba mi abuelo para escribir, era periodista. Yo estudié periodismo y quise ser como él, pero me quedé como la Olivetti, mellado y sin futuro. Britney se ha despachado al niñato, aplaudo, es una profesional cojonuda aunque la chupa mal, es de Ghana o eso dice. Sin la Olivetti escribo en papelajos sueltos que cojo de aquí y de allá al buen tuntún, luego cuando despierto no entiendo mi letra y mi genio naufraga por el retrete o se quema en el cenicero. A veces le leo poemas a Brigitte en la escalera, ella es de Mali como su chulo Konaté, él me deja hacer pero nunca se invita el muy cabrón.
Me gusta salir de casa los viernes a las cuatro de la mañana, borracho y sin rumbo, cruzar la Gran Vía y bajar por Montera, las tías están todas buenas, las de los bares en los que nunca me dejan entrar y las de la calle que nunca se quieren subir. Periodista, fotógrafo, ilustrador… mandé a mi jefe a tomar por culo el mismo día y con las mismas palabras con las que Julia me mando a mí. Hoy se cumplen cuatro años, estreno botella de Bombay Sapphire para la ocasión. Le dedico el primer trago a Julia, el segundo al jefe del periódico, el tercero a Britney, el cuarto a mis viejos y su puto coche nuevo, el quinto a mi abuelo y la Olivetti mellada.
El patio gime desde la ventana abierta, tres o cuatro habitaciones a la vez, definitivamente las estrellas se olvidan de salir.

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