31 diciembre 2007

Hoy en la casa del no parar...

... especial nochevieja 2008.



hot stuff

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30 diciembre 2007

La gran vía bajo la lluvia
Es probable que la vida pase mientras sigo aquí escribiendo dejando que todo alrededor continúe dando vueltas, que las estaciones se sucedan y quien sabe si vivir consiste en estar ahí abajo o estar aquí arriba. Ahora mismo todo me da igual. Estoy en uno de esos momentos en lo que más desearía sería que me desconectaran el corazón, que no diera ni un solo latido más para no sufrir lo más mínimo. En ausencia de ningún stop al que acudir he decidido beberme los botellines que tengo en la nevera. No es lo mismo pero algo ayudará a mitigar esta tormenta.

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29 diciembre 2007

The Beach Boys - Wouldn't it be nice

Wouldn't it be nice to live together

28 diciembre 2007

Argüelles

María saldría de la tahona en unos segundos, tiempo más que suficiente para que Marcial cruzara la calle Donoso Cortés apresuradamente a su encuentro. Julio y José entrarían en el rincón de Pepe después de haber comprado el periódico en la esquina de Guzmán el Bueno y una chucherías. Cientos de niños seguirían durante largo rato con su griterío desde el interior del colegio Decroly. Marina llevaría al tinte dos corbatas de su hermano, una camisa de su padre y una blusa suya, Pilar la saludaría encantada al verla entrar por la puerta y le preguntaría por Doña Tomasa, su abuela. Justa bajaría a estas alturas de la mañana a comprar una barra de pan y dos pimientos, con su paso cansado y su andar encorvado tardaría un buen rato recorrer toda la manzana, deseando encontrar a cuantas personas en su camino le preguntaran por su estado de salud o sus recuerdos intactos de cuando el barrio era otro bien distinto. No debería faltar demasiado para la una de la tarde, así que debía estar a punto de llegar Don Vicente a quien no es que le pesaran los años, es que le habían machacado.

Cuando le conocí Vicente ya no era ni siquiera un hombre maduro, era un viejo. Eso se decía a sí mismo, “estás hecho un viejo”. Cuando se miraba al espejo éste le devolvía las curvas y pliegues en los que se había convertido su cara, lo único que había permanecido siempre intacto eran sus ojos, verdes. En sus ojos se veía toda su vida y parte de la historia del barrio. Se veía su infancia cuando jugaba en la calle Princesa con los socavones de los obuses y las milicianas saludando con el puño en alto esquivando sacos terreros, y se veían los bucles negros del pelo de Rosana bajando las escaleras del metro de Argüelles con los zapatos de tacón, el día de la inauguración.

Vicente vivía en su cuarto piso de la calle Altamirano, con sus tres balcones a la calle, a la izquierda la calle Princesa, a la derecha el océano verde del Parque del Oeste en primer término y la Casa de Campo al fondo. En las tardes de primavera el sol se derretía al atardecer tiñendo todo el barrio de ámbar. Siempre había sido hijo único, a su padre no le conoció y su madre murió cuando él apenas había alcanzado para valerse por sí mismo. Heredó la casa, y con ella aquel espejo que le devolvía su semblante triste pero sereno cada mañana. Vivía solo. Desde que había muerto Trostki, su pastor alemán, hacía más de quince años no había tenido más compañía que la de las palomas del parque y algunos amigos del barrio, casi todos conocidos en el centro de la tercera edad del ayuntamiento, en Ferraz.

La primera vez que le vi le sorprendí mirándome el escote desde el otro lado del mostrador. Entonces no le conocía y me abroché el botón de la camisa un poco ruborizada. Era mi primer día como trabajadora de aquella tahona. Se me acercó y me dijo que estaba más guapa con la cara colorada que con el botón desabrochado. Me dijo que se llamaba Vicente, “para lo que usted necesite, vivo allá abajo, en Altamirano, pregunte a cualquier conserje por don Vicente y ya le indicarán” – dijo.

“Mucho camina usted para comprar el pan Don Vicente” le repuse.
“ya veo que es usted nueva, debería saber que el de aquí es el mejor pan de todo el barrio, y de todo Madrid”.

Llevaba bastón y un pañuelo blanco con las iniciales de su esposa bordados a mano. Un día de primavera me habló de ella, me dijo que se llamaba Rosana, y había trabajado de modista en una tienda de la calle de Alcalá muy cerca del Retiro. Había muerto a la vez que Franco, en el clínico. A Rosana la había conocido de niño mientras los rojos bombardeaban el clínico y la había perdido el mismo día que tanto habían soñado. “Son cosas de la vida” – decía mientras me clavaba sus ojos verdes. “¿Usted no tiene novio?” – me solía preguntar cada poco tiempo. “Claro, las chicas de hoy en día ya no tienen novio, pero amigo sí que tiene ¿verdad?”, luego se reía dejando ver una dentadura sorprendentemente bien conservada.

Me pasaba ratos enteros cuando no había cola escuchando las historias de don Vicente, me hablaba de los dos años de enfermedad de su mujer, acompañándola al hospital mientras los grises perseguían a montones de estudiantes Ciudad Universitaria abajo, me hablaba del barrio después de la guerra, de la inauguración del Metro y de lo guapa que iba Rosana mientras bajaba las escaleras con su abrigo largo de lana. A veces se emocionaba y se le escapaba alguna lágrima furtiva, que enseguida se secaba recomponiendo el semblante con evidente fastidio por la vergüenza que le provocaba que le viera llorar. Así fue como le encontró Justa la primera vez que les vi hablar.
“tenga hombre, que en el mundo faltan personas como usted”, le dijo mientras le acercaba un pañuelo de celulosa.
“Doña Justa, él es Don Vicente” fue todo lo que acerté a decir en aquel momento “Don Vicente viene todos los días desde la calle Altamirano desde que se abrió la tienda, ¿no es cierto?”
“Y desde que estás tú, hija mía, se pasa media mañana de cháchara”, repuso desde el fondo del mostrador doña Charo, la dueña y mi jefa.
“Deje en paz a la chiquilla, con lo bien que nos trata” le contestó Justa visiblemente enfadada.
“Si yo ya me iba, no quería molestar más, buenos días Natalia, adiós Doña Charo, y a usted Doña Justa le quedo muy agradecido por el pañuelo, permítame que le acompañe hasta la esquina”.
Así se fueron la primera vez que hablaron, doblaron a la derecha por Guzmán el Bueno, Raúl pasaría en breve conduciendo el 1, Roberto y Leticia comprarían su barra al salir juntos de la mano del colegio, en el que daban clase, Olga compraría una coca cola y una napolitana antes de seguir en la academia dando clases de econometría, y yo esperaría a Miguel. Pero esta sería la última vez, porque yo ya sólo admitía que se me amara como había amado Don Vicente durante toda su vida.




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11 diciembre 2007

soitu.es - En construcción (I)

Ánimo chavalotes!!!

que ya casi estáis

10 diciembre 2007

BARAJAS

Sentí curiosidad por el cuidado con el que tapaba el libro. Me acerqué con todo el disimulo que permiten una mochila, un porta trajes y un portátil en su funda. Me coloqué enfrente, en la cafetería Medas de la T2 de Barajas. Ella tenía el pelo rizado, castaño, los ojos pequeños, pantalones azules de campana, calcetines de rayas, unos zapatos kickers rojos, y un bolso de pana como único equipaje, sentada, junto a los restos de lo que había sido un bocadillo, leía. Los ojos, además de pequeños brillaban de una forma singular, aquel libro estaba logrando desatar una tormenta en su interior, al borde del llanto, cada vez más brillantes, cada vez más apasionados, sus ojos, se despegaron de la lectura y se clavaron en los míos. Sorprendida, se secó una lágrima con su mano izquierda y recogió el bolso de pana con la derecha. Huyó atropelladamente como si el hecho de que yo la hubiera sorprendido emocionándose ante una lectura que desconocía constituyera un atentado de primer orden a las reglas más elementales del pudor. Pedí un bocadillo de jamón ibérico y un botellín de agua, ya me había resignado a una espera de varias horas, había realizado un par de llamadas para entretenerme y para contar las peripecias por las que tendría que pasar en las horas siguientes. El vuelo a San Sebastián estaba programado a las ocho de la tarde, saldría con retraso y ya no iría a San Sebastián sino a Bilbao, por cierre del primer aeropuerto, de ahí un autobús terminaría el recorrido por carretera. Demasiado tiempo en un aeropuerto como para no hacer nada de nada, mirando a la gente, caminando despacio, entre las distintas puertas hacia cualquier destino del área Schengen. Demasiada gente, demasiada luz, demasiada resaca como para soportar aquello, y encima la desconocida aquella se había ofendido por mi arrebato de ternura y curiosidad. Seguí caminando sin rumbo, habían estimado en dos horas más el tiempo que tardaríamos en embarcar, por lo que cargué todos mis bártulos y deambulé sin otro motivo que matar el tiempo. Entonces me metí en la Relay del aeropuerto y allí encontré un libro muy parecido al que estaba leyendo la desconocida, pude reconocer en parte la portada, no podía estar seguro de que se tratara del mismo libro, pero se le parecía mucho desde luego. Me atrajo el título y más aún la contraportada. Lo compré y me dirigí a la puerta en la que supuestamente deberíamos embarcar dos horas más tarde rumbo a Bilbao. Al poco tiempo de empezar a leer comprobé que era yo el que estaba al borde del llanto, por lo que miré alrededor intentando evitar que nadie se percatara de mi emoción, mientras, con la mano izquierda me sequé algo parecido a una lágrima.

A Marta Pérez Martín.

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06 diciembre 2007

El inexistente puente de la constitución que dicen que no fue aprobada en esta tierra

Me deshago entre ideas y delirios de grandeza, se deslizan como ríos de cera derretida y se mezclan y me llevan consigo en medio de una tarde de desesperada quietud y desesperante aritmética. La vida por delante y por detrás. Del revés mi mundo para intentar ver la realidad con otra perspectiva… la situación se resume en miedo. Miedo por delante y miedo por detrás. Demasiado tiempo analizando riesgos, demasiada poca sangre en las venas, las mismas venas por las que a veces, las menos, se derrama como un torrente desbocado la pasión y otras circula toda la horchata que Alboraya entera fabrica. Miedo de no ser capaz, miedo de perder el trabajo, la casa, ¿miedo de qué? Si nada de eso tenía hace tres años o cuatro… ¿entonces? Troppa paura.

He probado Turia, Ambar, Mezquita y Keler para llegar hasta esta habitación de hotel que es más sórdida, si cabe, los días festivos en los que ni siquiera el trabajo me puede liberar de sus cuatro paredes. Debo elegir el camino para salir de aquí, y puedo intentarlo. ¿Alguien se anima a intentarlo conmigo? Adquirir compromisos como pagar todos los meses casi 4000 euros sin saber cuánto vas a poder ganar no se digiere bien, no mientras no sabes exactamente a lo que te enfrentas, y no sabes a qué te enfrentas hasta que no has adquirido esos compromisos.

Las horas me comen y las matemáticas me salen sólo a veces… gastos, ingresos, cobros y pagos… y en medio de la vorágine la incertidumbre. B=I-G, S=C-P la cuadratura del círculo intentar que todo esté positivo…
.

.

.
Despacio sin mover el aire,
Me desinvento en mi rincón.
Atando mis secretos,
Aprendiendo a enmudecer.
Hoy llueve, y el cielo arroja
Largos alambre de plata
Que bordan en el suelo
Un plano invertido del mundo.
Quién no va a cambiar una semana
Por un minuto de interferencias…
Y llegué a creer que hablaba solo,
Pero tu sombra me hacía eco en los charcos,
Aún, mi pequeña esquimal…
En los charcos…
Mi pequeña esquimal.
(Maga – Nautilus)

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Feist - 1 2 3 4

Este vídeo es espectácular...

gracias a PV

The Ventures - Slaughter On Tenth Avenue

03 diciembre 2007

Zapeando por el satélite
Me he quedado completamente atontado esta tarde viendo un programa de TV3… han puesto un programa especial sobre publicidad y en concreto con muchísimos anuncios de los ochenta, algunos de ellos muy míticos, en especial los que hacía referencia a productos de higiene como desodorantes, colonias, aftershaves, maquinillas de afeitar y todo ese tipo de cosas… me ha sorprendido que más de veinte años después me seguía sabiendo la mayoría de los estribillos, letras y canciones de los anuncios. Una cosa que me ha dado un poco de miedo. En especial el de Filvit, filvit prevenir y proteger, una vez a la semana y los piojos no vendrán… sí sí vosotros también os lo sabéis, por lo menos si nacisteis antes del naranjito.

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01 diciembre 2007

PJ Harvey - This Is Love

Caña al viernes

Tiersen - Cantat - A ton étoile

Sous la lumière en plein
Et dans l'ombre en silence
Si tu cherches un abri
Inaccessible
Dis toi qu'il n'est pas loin et qu'on y brille
A ton étoile
Petite sœur de mes nuits
Ça m'a manqué tout ça
Quand tu sauvais la face
À bien d'autre que moi
Sache que je n'oublie rien mais qu'on efface
A ton étoile
Toujours à l'horizon
Des soleils qui s'inclinent
Comme on a pas le choix il nous reste le cœur
Tu peux cracher même rire, et tu le dois
A ton étoile
A Marcos
A la joie
A la beauté des rêves
A la mélancolie
A l'éspoir qui nous tient
A la santé du feu
Et de la flamme
A ton étoile