23 septiembre 2010

Cristina

He actualizado la web...


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Cierta tarde te hice una foto
Sí, es cierto, no debí haberlo hecho… pero mirando fotos, ya sabes, uno las tiene delante, tantas, tan guapa, esa piel, el mar, los recuerdos. Casi puedo revivirlo, y sentir el olor y el sabor a sal en tu piel. Y escucho tus gritos a cada orgasmo, y se me vienen todos los recuerdos encima. No lo puedo evitar. Te pido perdón por este desliz. No han sido muchos en estos meses, pero uno no es de piedra. Sé cómo dominarme, sé cuáles son las canciones que me llevan a ti y cuales me llevan a otros mundos en los que puedo serenarme, un limbo, una transición. Your hand in mine, de Explosions in the sky me saca de cualquier agujero. Me coge de la mano y me lleva como una nube hacia un lugar indeterminado, sin forma definida, donde puedo cerrar los ojos y sentirme mejor. Esbozo una pequeña sonrisa, y pienso en mil cosas más y el recuerdo ya no duele, sino que es agradable y me abraza cada nota, me envuelve la melodía como una bufanda de lana en invierno.
Te echo de menos a veces, es lo que tiene. Pero creo que por hoy se me ha pasado.
Lamento haberte enviado ese mensaje.

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09 septiembre 2010

Te fuiste, y no eras la primera









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08 septiembre 2010

3 fotos

No logro quitarme de la cabeza que en cierta ocasión paseé por ahí por ti, o contigo... y ahora se me hace todo un poco raro. Pero eso estaba ahí antes que nosotros, así que supongo que es lógico que ahí siga a pesar de nosotros y de lo que nos pase.

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06 septiembre 2010

With no connection

Me gusta correr cuesta abajo. A veces hay sensación de vértigo, como si pudieras perder del control y trastabillarte, resbalar, ir al suelo. Si se coge mucha velocidad puede llegar a dar miedo, justo lo contrario que en los sueños cuando no logras despegar los pies del suelo, te quedas clavado mientras te alcanza, casi siempre, una amenaza. Correr cuesta abajo es como cuando un avión emboca la pista y los motores comienzan a rugir a plena potencia. Es justo eso, un despegue. Como lanzarse contra algo y un poco falta abrir los brazos y empezar a volar, se echa de menos no poder hacerlo. Aunque con la imaginación es fácil echarse a volar, te imaginas el viento de cara y el asfalto haciéndose pequeño. Te imaginas el mundo a tus pies y tú ahí arriba, eligiendo un rumbo arbitrario, ascendiendo a velocidad de infarto, deshaciéndote bajo las lágrimas que te cubren. Arriba, más arriba, siempre en lo alto, saltando a cámara lenta en un concierto de verano. Noche, sudor, y agua que cae no sabes muy bien de dónde, sabor a sal. Emoción. Sentir la emoción de un momento irrepetible e intentar capturarlo para recrearlo siempre que quieras. Y volver al aire, al que perteneces, sobrevolando acantilados rocosos, mares embravecidos, campos de trigo de junio. Elegir unos ojos verdes en los que aterrizar y caer a plomo o como una hoja seca, traspasar o deslizarse.

Sentirte en medio de un sueño digital.

Un sueño de ceros y unos, y caleidoscopios de colores, sucesiones infinitas como series de Fourier, un poco como el tiempo y el mundo, tiempo y más tiempo, para configurar ecuaciones econométricas que logren establecer relaciones imposibles entre causas probables y efectos utópicos. Un sueño digital, un vuelo soñado… y siempre unos ojos verdes.

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01 septiembre 2010

¿Sabes lo que sueño?

Solos, en la madrugada. Te acompañan los recuerdos, las melodías, las letras, los sonidos, las voces, la gente, el ruido ensordecedor. Te acompaña el estruendo de la ola, esa sensación de desorientación cuando rompe sobre ti. Te acompaña el miedo, la soledad, el silencio. Te acompaña la playa de la concha en un mes de diciembre y la extraordinaria fuerza del mar en el paseo nuevo de Donosti, las aproximadamente 50 habitaciones de hotel diferentes, las sábanas limpias y las sábanas sucias también, las que manchamos juntos, las que están por manchar... te acompañan conversaciones y confidencias... te intentas refugiar en ese pequeño rincón del mundo que decía Yo la tengo.
En la madrugada, solos.
Tú me lees, o eso quiero creer, que me lees, aunque ya no sé si eres un fantasma, un vago deseo, una esperanza o una amenaza. Aún así te abro la puerta, de mi pequeño rincón del mundo.
Solos, los dos. De madrugada.

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